Naturalmente, existe un profundo interés en el desarrollo de una vacuna. Ya se están llevando a cabo más de 100 esfuerzos en todo el mundo. Varios de ellos parecen prometedores, y uno o más de uno pueden arrojar frutos, posiblemente antes de los varios años o más que normalmente se tarda en producir una vacuna.
Pero aun si surgen una o más vacunas que posibiliten que la gente sea menos susceptible a contagiarse, el problema de salud pública no será eliminado. Como dirá cualquier experto médico, las vacunas no son una panacea. Son sólo una herramienta en el arsenal médico.
No se puede esperar que alguna vacuna produzca una inmunidad completa o duradera en todos los que la reciban. Millones de personas se negarán a vacunarse. Y está el hecho brutal de que hay casi 8,000 millones de hombres, mujeres y niños en el planeta. Fabricar 8,000 millones de dosis (o múltiplos de esa cifra si se necesita más de una dosis) de una o más vacunas y distribuirlas en todo el mundo podría demorar años, no meses.
A nivel internacional, los interrogantes son aún más complejos. Tenemos que asegurar que la producción se pueda escalar rápidamente, que haya reglas claras para la disponibilidad y que se comprometan los recursos económicos suficientes para que los países más pobres tengan acceso a la cobertura.
La Alianza para Vacunas (Gavi), la Organización Mundial de la Salud (OMS), diversos gobiernos y la Fundación Bill & Melinda Gates han formado el Fondo de Acceso Global para Vacunas (COVAX).
Sus creadores proponen que cualquier vacuna efectiva que surja sea tratada como un bien público global, que sea distribuida equitativamente en todo el mundo, más allá de dónde se la invente o de la capacidad de un país de pagar.
La OMS ha presentado un marco de distribución global que busca garantizar una prioridad para las poblaciones más vulnerables y los trabajadores de la salud.
Todas estas son cuestiones de ciencia, manufactura y logística. Sin duda serán difíciles.