A lo largo de la historia ha habido numerosos casos de pandemias, con distintos niveles de impacto y afectación, ninguna tan global ni tan mediática como la actual.
En este escenario las empresas desempeñan un papel fundamental como actores clave de la economía, y tienen la responsabilidad con la sociedad en efectuar una adecuada gestión y, además, garantizar la seguridad de todos sus empleados.
La singularidad del momento actual determina que las prácticas empresariales propuestas están sugeridas desde la prudencia y el respeto por la grave situación en la que nos encontramos.
La Alta Dirección de las compañías tiene un rol fundamental en la gestión de las crisis, en estos periodos de dificultad es necesario que tomen las riendas y adopten decisiones ágiles, que tengan en cuenta el horizonte temporal y hagan sostenible la actividad de la empresa, todo ello en un entorno volátil y cambiante.
La actitud y liderazgo de la Alta Dirección son fundamentales para marcar el rumbo de la organización y que clientes, accionistas, proveedores y empleados perciban que están en las mejores manos para superar cualquier dificultad.
Todas las compañías deben de tener un Comité de Gestión de la Crisis, que establezca la estrategia y defina las actuaciones durante el periodo de emergencia, garantizando que se toman las decisiones de la manera más rápida y acertada posible.
Este grupo también debe evaluar los puntos fuertes y débiles de la compañía para ajustar los procesos que se requieran en momentos determinados durante la crisis.
Una vez superada la situación de crisis, la organización debe salir fortalecida. Para ello, es necesario extraer un conjunto de lecciones aprendidas durante el periodo, y que se puedan poner en práctica en futuras ocasiones.
Además, se deben actualizar modelos, planes y protocolos de gestión de crisis y sensibilizar y formar a los empleados sobre estos planes en un entorno estable y de normalidad. Por último, es importante reflexionar sobre los órganos de gobierno y su actuación durante la crisis.
La vuelta a la normalidad y la capacidad para surgir con mayor fuerza dependerá, significativamente, de la confianza que las compañías se hayan ganado en la gestión de la crisis.