El estudio “La Gestión de la diversidad en las organizaciones: Estudio de casos en el Campo de Gibraltar” de la distinguida especialista en Relaciones Laborales y Recursos Humanos, Esperanza Romero Flores, permite comprender la relevancia de la gestión de la diversidad.
El concepto de diversidad ha sido estudiado desde diversas visiones que engloban desde perspectivas muy amplias en las que se incluyen una gran variedad de aspectos hasta aproximaciones más limitadas centradas en factores concretos. Esto hace que no se encuentre un consenso en la literatura sobre qué factores son los que se deben tener en cuenta para su definición. Así, Kossek y Lobel (1996) consideran la diversidad en términos de raza, género y etnia. Sin embargo, otros autores incluyen un mayor número de factores, además de los anteriores, como la edad, nación de origen, religión, orientación sexual, discapacidad, valores, cultura étnica, lengua, estilo de vida, creencias, apariencia física o status económico (Carr ,1993). Por otro lado, para Hon (2000) la diversidad viene a ser un cajón de sastre para un conjunto de cuestiones complejas que están relacionadas con el género, la raza, y otras formas de discriminación. Y en esta misma línea, Triandis (2003) considera que la diversidad está constituida por las diferencias de etnias, razas, género, creencias religiosas, orientación sexual, discapacidad, edad, nación de origen, y perspectivas culturales y personales. Esta variedad de opiniones se debe a que la gestión de la diversidad es una disciplina relativamente nueva, que está ganando relevancia en los últimos tiempos como consecuencia de los cambios en la realidad social y también por sus beneficios para los principales stakeholders: personas, empresas y sociedad.
Tal y como afirma Golembiewski (1995), la gestión de la diversidad en las organizaciones en sentido pleno, consistiría en pasar de la igualdad de trato y evitar cualquier tipo de discriminación –ya sea racial, nacional, de género, de clase o de discapacidad–, a promover la igualdad y, en última instancia, a cultivar la diversidad y la diferencia. Lo cual requiere un nivel de conciencia de la diferencia más allá de la discriminación positiva. Valorar la diferencia ayuda a enfatizar el hecho de ser consciente de las diferencias humanas, comprenderlas y apreciarlas. Y al valorar la diferencia las personas se sienten valoradas y aceptadas como un recurso valioso.